14 de octub r e, m artes por la mañana Eran las doce y cuarto de la noche cuando decidí entrar en el coche e irme, había pasado dos horas en la casa del juez con cierta dosis de fortuna. El día había sido largo y las discusiones en la Central excesivamente duras. En el fondo, todos estábamos asustados porque seguíamos sin saber nada del Juez Antonio Vera y andábamos con la mosca detrás de la oreja sobre el asunto. Quizás la fortuna se había aliado con nosotros al encontrar al asesino del 93 muerto sobre el escritorio del despacho del Juez, el muerto no iba ya a resucitar para informar de que habíamos hecho mal nuestro trabajo en aquel lejano expediente; por lo demás, lo único que teníamos era una cadena con una medalla que contenía unas letras cuyo significado desconocía y una llave que parecía ser de una puerta de seguridad colgada de la misma cadena. Conduje con un bullir de pensamientos en la cabeza mientras me introducía en San Martín de la Vega hasta la calle del Marqués de
Intenté poner en orden mis ideas y, de paso, las de todos los demás pero nadie entendía la razón por la que Ana estaba presente entre nosotros ya que era superior en cargo a cualquiera de los que allí nos encontrábamos y no pertenecía a nuestra Unidad, hubiera sido preciso llamar a Antúnez para que se personara en el lugar del crimen pues él era el Inspector Jefe de nuestra Unidad. Por esta razón, Juan Goñi intentó aclararse de forma inminente. Ana se encuentra aquí convocada por mí, por su demostrada capacidad en el análisis de crímenes de esta naturaleza y ante la posibilidad de que estuviera involucrada alguna célula u organización de la que pudiera dar alguna explicación la Unidad de la que es responsable. - Juan Goñi quería protegerse ante otro revés como el que teníamos frente a nosotros, mi presencia en el caso no parecía bastarle. Ana empezó a realizar preguntas rutinarias un poco sofocada después de la mentira del juez, una maniobra burda que la dejaba de maest